Crítica de Ballet

Por Charles Benner

17 / 04 / 2013

 

“Zorba el griego”

Fotografía: Patricio Melo

 

Atronadores y efusivos aplausos recibieron los artistas del Ballet de Santiago el lunes recién pasado, ocasión en que la compañía santiaguina daba inicio a la Temporada Artística 2013 con el estreno “Zorba, el griego”.  La nueva obra coreográfica en el repertorio del Ballet de Santiago que dirige Marcia Haydée, lleva la firma de Lorca Massine, música de Nikis Theodorakis  y escenografía y vestuario de Jorge Gallardo. La historia, un cántico a la libertad del hombre y al valor único de la amistad e inspirada en la novela de Nikos Kazantzakis, son los elementos constitutivos de esta puesta en escena. Acompañados por el Coro Crecer Cantando y la Orquesta Filarmónica de Santiago, los artistas del Ballet de Santiago dan vida a este nuevo título en el repertorio de la compañía. Una puesta en escena a modo de gran espectáculo fuertemente defendida por bailarines, músicos y cantantes; y que sin duda, se constituirá en el nuevo “caballito de batalla” augurando sucesivas reposiciones de este título.

La estructura coreográfica de “Zorba el griego” y el lenguaje utilizado son bastante particulares. Obra diseñada en dos actos y una totalidad de 22 escenas en que Lorca Massine recurre a la danza académica, con guiños al contemporáneo americano y un fuerte rescate del folklore griego. Esta interesante y logradísima fusión, universaliza la creación situándola en toda época, toda raza y toda latitud.  Lorca Massine opta por una narrativa personal, no tan descriptiva acorde a la novela, sí rescatando el espíritu de fondo. Un gran montaje en el que incluyen las voces de un coro presente a los costados de escena, más una solista (visualmente habría sido interesante e incluyente vestir al coro como parte del pueblo) sumando al gran elenco de bailarines. Sin duda, los protagónicos - fuera del los roles asignados - es la compañía toda. Si bien ésta misma se aprecia cómoda en el montaje, una mayor entrega hacia el peso gravitacional (en este montaje), daría mayor fuerza y carácter a la danza de corte mediterráneo; aspecto que con toda seguridad, se irá logrando con el correr de la temporada.

Por otra parte, el autor coreográfico, logra una muy buena traducción desde la música al movimiento. La partitura de Nikis Theodorakis, cargada de fuertes contrastes, rico en matices más dinámicas variadas y color sonoro, es acertadamente comprendida por Lorca Massine al momento de traducir los sones al movimiento. El clímax llega con la famosa sirtaki hacia el final de la obra, danza contagiosa y emotiva que sacude al más flemático y compuesto de los asistentes permitiéndole “chasconearse” en una catarsis exultante.

Rodrigo Guzmán (Zorba), demuestra una vez más su gran capacidad actoral unido a las dotes de un sólido bailarín. Nos regala un “Zorba” vibrante, cargado de  matices interesantes y fino equilibrio entre lo interpretativo y lo técnico. Brillante en las evoluciones aéreas y aterrizaje seguro, derrocha soltura, complicidad y soberanía absoluta para este título de Lorca Massine, que sin duda le viene como anillo al dedo.

Luis Ortigoza (John), en franco contraste con Guzmán, aborda su rol en propiedad exhibiendo todo el potencial técnico a su alcance. De corte más lírico, Ortigoza compone logradas escenas junto a Natalia Berríos y Rodrigo Guzmán.

Natalia Berríos (Marina), bailarina de corte lírico y bellas líneas sorprende en este montaje, el mismo que le exige un cambio radical a su paleta tonal. La apreciamos cómoda, fluida y resuelta. Natalia Berríos compone de modo integral su rol, demostrando madurez y equilibrio entre lo expresivo y lo técnico. Andreza Randisek (Madame Hortense), aborda una composición histriónicamente lograda, sumada a sus dotes de sólida bailarina. Apreciamos en esta artista una madurez interpretativa en evolución. José Manuel Ghiso (Manolius),  incorpora su personaje con fuerza y solidez, bien delineado en términos de composición sumándose a las exigencias del personaje y entrega concreta. En los aspectos danzados, luce correcto  evidenciando un fuerte peso escénico.

La concepción escenográfica  de Jorge Gallardo es interesante. Traslada al espectador a un mundo cargado de simbolismos, sueños y divinidades  en una óptica contemporánea. El vestuario con visos folklóricos cumple en  tonalidad y textura para el montaje. El apoyo lumínico de Esteban Sánchez resulta eficazmente logrado, especialmente el trabajo de claros- oscuros en croma espectral. 

Bajo la dirección de Víctor Alarcón, el Coro Crecer Cantando realiza una buena intervención en este montaje, sumado a la participación de la contralto Pilar Díaz, quien se impone por presencia haciendo gala una voz bien timbrada. La Orquesta Filarmónica por su parte, suena armónicamente bien, con peso orquestal atendiendo a los cambios, dinámicas y matices que la partitura exige. José Luis Domínguez, con batuta segura, imprime a sus músicos el tempo y lectura clara para este “Zorba el griego”.  

 

 

 

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