Autor: Roberto Ariel Tamburrini
“ Y deberíamos considerar perdido
cualquier dìa en el que no hayamos
bailamos al menos una vez.”
(Así Habló Zarathustra / Friedrich Nietzche).
Podemos decir, según el análisis realizado por Susana Tambutti, que la Historia de la Danza comienza en 1661, con la creación de la Real Academia de Música y Danza por Luis XIV, desarrollándose linealmente a través de la sucesión cronológico-estética que culmina en el paradigma moderno. A partir de la ruptura del mismo, entre 1950 y 1960, y referenciándonos en Merce Cunningham como coreógrafo-intérprete y en las obras de la Judson Church, donde se produce un cambio en los modos de producción y recepción, nace la Danza Contemporánea, generándose posteriormente y hasta hoy una dispersión en abanico de consignas específicas representadas por las Nuevas Tendencias.
A partir de aquí, entramos en lo que podemos denominar Poshistoria, dando fin a la narrativa y logrando la autonomía de la Danza.
Esto trae aparejada una concepción del artista como creador, con poder para proponer un mundo alternativo (no imitador) y la necesidad de una teoría de la danza; que permita tomar distancia (especialmente a quienes formamos parte de ella) de nuestro objeto de estudio y a la vez acceder a un público, tercer componente de la producción artística, a través de nuevos lenguajes más aptos a la época actual.
Dentro de este contexto, voy a proponer como objeto teórico de estudio, una obra de mi autoría denominada “Donde Duerme el Tiempo…”, como parte constituyente y concreta de un proyecto más amplio en construcción llamado “abisMANDO voluntades".
Este fragmento unipersonal que me tiene como coreógrafo-intérprete, de aproximadamente 10’, fue creado dentro del marco de mi formación en Expresión Corporal- Danza, fundada a mediados de la década del ’70 por Patricia Stokoe e incorporada dentro de la Licenciatura en Composición Coreográfica Mención Expresión Corporal en el Departamento de Artes del Movimiento perteneciente al Instituto Universitario Nacional del Arte a partir del año 2000. Fue producto también de mi bagaje personal, como síntesis de mis ideales y pensamiento, mis vivencias y formaciones anteriores en Religión, Ciencia, Deportes y Artes (especialmente Teatro, Danza, Literatura y Música). Fue presentado como examen final abierto al público en mi cursada de la Materia Expresión Corporal 2 en este establecimiento, recibido con gratitud por quienes lo presenciaron.
Cuando me planteo este proyecto, considero que estamos experimentando una realidad dentro de lo que Beudrillard denomina fase fractal del valor, definida por sus propias palabras como una época en la que “ya no existe ninguna diferencia…ya no se puede hablar de ley del valor, solo existe una epidemia del valor.” En consecuencia, me propongo como coreógrafo-intérprete (aspectos que no volví a separar), escoger y fundar mis propios parámetros valorativos, considerando esta como la primera oportunidad temporal donde el creador puede tener libertad para lograrlo.
El mismo autor define nuestro tiempo como un estado de simulación, convencido de que “…solo podemos reestrenar todos los libretos porque ya han sido representados.” Sin embargo, contrariamente a su opinión, es a mi entender esta degradación precisamente la que nos permite como artistas proponer obras de Danza independientes de otras disciplinas artísticas, para luego poder negociar con las mismas.
Mi búsqueda apunta partir del movimiento puro y hacerlo interaccionar junto con mi pensamiento estético, generando un lenguaje simbólico que permita a través de mi obra transmitir un mensaje temático al público, dejando lugar a su vez a interpretaciones subjetivas y considerando al espectador como miembro activo al recibir estímulos y generar emociones e ideas propias.
Nada mejor que las palabras de Néstor María Canclini para ilustrar y redondear este concepto:
“…encontramos que las construcciones simbólicas son también maneras de imitar lo posible…, son sobre todo las vanguardias contemporáneas las que quieren hacer del arte un lugar para inventarnos, para ensayar formas aún impensadas de nuestra existencia.”
Desde aquí, puedo considerar la tríada de la producción artística (obra-artista-público), como tres elementos con límites flexibles que a la vez pueden analizarse como una unidad; siempre contextualizada el marco de la realidad espacio-temporal de la que forma parte, realidad que la nutre y condiciona a la vez; pero también que puede ser influida.
Así, usaré la obra en cuestión y, considerando a la Expresión Corporal-Danza como una Nueva Tendencia (a pesar de algunos puntos de vista contrarios a esto), desarrollaré teóricamente una explicación con su consecuente respuesta a la siguiente hipótesis:
¿Es “Dónde Duerme el Tiempo…” una obra de Danza autónoma? ¿Acaso no se encuentra, y con esto la Danza en general, en un paso previo a la misma, donde a partir de la libertad posible generada por la dispersión y desestructuración imperante podré (y podremos) crear un producto que, como eje central, negocie y sintetice a la vez las distintas partes que constituyen tanto el arte como su realidad circundante y así restaurar la unidad, ya no como un fin enfrentado a la autonomía?
En Expresión Corporal todo es movimiento, sea éste kinestésico o mental. A partir de este fundamento, puedo aventurar que tanto desde la resolución motriz formalista como desde la concepción de una idea que tiene su origen en un sujeto (artista) parto, en principio, desde una independencia que constituye la autonomía de mi creación; utilizando sus contenidos y la interacción simultánea de los mismos: Educación del Movimiento, Proceso de Comunicación y Proceso Creativo.
Para la obra escogida comienzo mi trabajo creativo considerando el orden propuesto por las tres técnicas de la Expresión Corporal-Danza: Sensopercepción, Improvisación y Composición.
“La Sensopercepción ordena, sistematiza, hace consciente el descubrir, investiga, analiza, ayuda a entender y desarrollar la percepción.” ( Norberto Diaz-Leticia Grondona).
A partir de sensaciones e imágenes, busqué una metáfora clarificadora para definir el sentido de Ser Humano: “La escisión presente en todo individuo, generada a partir de su naturaleza dual. La dialéctica polar, su tránsito empírico y teórico y su posterior resolución simbólica. El hombre y la conquista del Misterio de la Vida. La Danza como máxima manifestación de su Esencia.”(Roberto Ariel Tamburrini).
Puedo relacionarme en esta primera instancia con el artista del período paleolítico estudiado por Hauser, en tanto cazador intuitivo de estímulos naturales, bajo un dinamismo cíclico sensación-percepción y dueño de una subjetividad oculta e introspectiva, aún sin la existencia de una obra para ser vista.
El segundo paso, la improvisación, es un acto voluntario pero espontáneo, libre, con producción no registrada. Siguiendo con el autor, algunos aspectos aquí pertenecen a la comparación con el paleolítico, aunque en esta transición otros comienzan a asociarse con el período neolítico. Puedo decir que el producto, aun no definido, responde a la expresión de lo transitado en el paso anterior, comenzando a generar una mirada externa a partir de quienes cumplan el rol de espectadores. Surgen aquí, en mis improvisaciones de carácter siempre lúdico, secuencias, leit motivs, articulación con la palabra hablada, desplazamientos, diálogos entre niveles tónico-energéticos y algunos principios estéticos (lenguaje contemporáneo y simbólico, atmósfera surrealista e intimista, etc.) entre otros.
En la última técnica, la Composición, se organiza y estructura lo registrado anteriormente, apelando al uso de la razón, construyendo a partir de principios específicos y elementos compositivos. Modelo así la obra, sumándole una adaptación personal de un fragmento del capítulo “El Segundo canto de la Danza”, del libro que encabeza este trabajo; incorporando también el tema musical “A través de tus Ojos” de Diego Frenkel, ejecutado por La Portuaria. Posteriormente, defino el vestuario, iluminación, escenografía y objetos auxiliares, buscando siempre resaltar el cuerpo humano como principal protagonista.
Pueden apreciarse aquí dos aspectos que responden mi hipótesis. Por un lado, es claro que la Danza como eje central ha aglutinado centrípedamente otras disciplinas artísticas a partir de la negociación con las mismas, resultando un producto rico pero sintético. Por otro lado, como el caso de arte egipcio en Hauser, el producto a partir de este punto perdería independencia si pretendo convertirlo en una producción artística, dado el contexto actual, entrando en un intercambio mediático-económico y perdiendo de esta manera su esencia e identidad.
Aún esto sea así, considerando a la pureza previa a esta última instancia, se puede mantener latente la misma hasta el cambio de las condiciones contextuales actuales, separando mi obra en dos aspectos constitutivos: obra de arte para ser presentada (virgen pero mutable) y obra de arte que ya fue representada (prostituida y rígida), considerando que ella misma pueda ser un motor catalizador que dinamice, acelere y rija el proceso y devenir de nuestra realidad.
STORY LINE:
Ariel, desdoblado entre él y su propia Vida, intenta conquistarla en un ambiente de características surrealistas. Ella le plantea un misterio que él resuelve, restaurando así su armonía
SINOPSIS:
Ariel, personaje protagónico de esta obra, se presenta de frente al
público sobre el extremo derecho en la parte de atrás del escenario. De pie, trata de articular un leit motiv de movimientos que se construye y descompone, para volver al definirse; si embargo regresa la desarticulación que el personaje no puede controlar con su voluntad. A raíz de esto, abandona la tentativa y se dirige al centro de la escena, siempre al fondo, donde divide simbólicamente con su brazo derecho el escenario en dos mitades.
El desarrollo dramático entre a partir de ahora en una atmósfera intimista de carácter surrealista, donde el personaje expresa su viaje introspectivo, casi onírico, a partir del lenguaje corporal y la palabra hablada, manifestando su dialéctica dual y generando una propuesta resolutiva para superar su propio conflicto.
El vestuario es lo forman simplemente una calza corta roja y una remera negra.
No hay decorado, solo una proyección multimediática sobre la pared del fondo y al centro, nivel medio, que genera a través de imágenes el clima apropiado, a la vez que refuerza el contenido temático a partir de simbología abstracta específica durante el transcurso de la actuación. La misma puede también producir fondos musicales.
Luego de esta breve introducción, transcurren dos líneas:
La primera de ellas es sin música. Ariel representa alternativamente su escisión. Para esto, según se ubique en la mitad derecha del escenario o en la izquierda será el mismo o su propia Vida, respectivamente. Cambiando la energía y el tono muscular, sumando las posturas características de cada mitad y la utilización de la voz respectiva, dialoga consigo mismo, utilizando una adaptación de un fragmento del capítulo “El Segundo Canto de la Danza”, del libro “Así Habló Zarathustra”, de Friedrich Nietzsche.
Surge así un conflicto dialéctico, donde su Vida reclama su fidelidad y Ariel busca por otro lado conquistarla violentamente. La tensión crece hasta que ella le sugiere un misterio a develar. Él le susurra algo al oído que ella pensaba que nadie conocía. Esta dualidad se resuelve a partir de esto, referenciando un tercer miembro, la Sabiduría, que todavía no aparece en escena.
Resuelto el conflicto, comienza el tema musical de Diego Frenkel “A Través de tu Mirada”, interpretado por La Portuaria. Ariel, unificado ya con su propia Vida, danza el estímulo musical, describiendo con sus movimientos toda una simbología espacial y manifestando a través del lenguaje corporal la esencia mixta del personaje. Pasa de un hemisferio al otro del escenario adaptando una secuencia que se repite según los matices de cada mitad.
Sobre el final de su danza, entre en diagonal un personaje femenino, quien representa a la Sabiduría, de vestido largo blanco, pelo suelto y con una máscara entre sus manos. Se acomoda de rodillas frente al público, más cercana a éste que Ariel. Él avanza bailando hasta delante de ella, arrodillándose también y cubriéndola con su cuerpo. La Sabiduría, por detrás, eleva la máscara y la coloca sobre el rostro del protagonista justo cuando la música culmina.
PERSONAJES:
1. Ariel.
· Descripción física:
Varón. Su edad aproximada es de 45 años. Altura media-baja.
Algo robusto pero delgado. Semi-calva. Rasgos marcados. Voz clara. A partir de la dualidad planteada tiene dos actitudes corporales opuestas: Tono alto y energía por un lado y tono bajo y docilidad por el otro. Su voz cambia también en consecuencia, masculina y viril o afeminada y sutil.
· Descripción psicológica:
Ariel está escindido en dos aspectos de su ser: Uno es violento e imperativo(el Hombre) y el otro sensual y erótico(su propia Vida).
No es patológica está dialéctica, más bien son aspectos que
dialogan internamente y se manifiestan expresivamente. Su
búsqueda es por poder. Para eso intenta superar, sin negarla,
esa polaridad.
Su tendencia es corporal, más allá de analizar intelectualmente
su propia vida, transita por ella empíricamente.
· Descripción social:
Considerando el carácter surrealista de la puesta, el marco que rodea al personaje es de una atemporalidad mítica. Precisamente, como el título lo dice (“Donde duerme el Tiempo...), se manifiesta un viaje introspectivo de Ariel, que se plantea como un uno primordial, que se representando por momentos la faceta de su personaje (su Vida), y refiriéndose al otro personaje femenino que solo aparece al final, también metafórico, con el que se relaciona muy poco.
La naturaleza circundante es onírica y simbólica.
2. La Sabiduría:
· Descripción física:
Mujer. Aproximadamente 25 años. Altura media-baja. Cabello largo y suelto. Bella y de silueta definida. Rasgos latinos.
· Descripción psicológica:Neutralidad absoluta.
· Descripción social:Mismas condiciones de Ariel.
LÍNEA ARGUMENTAL:
El escenario se encuentra a oscuras. Sobre el fondo, al centro y en nivel medio, una pantalla multimedia se enciende y proyecta un fondo color amarillo, con matices plateados, acompañado por música hipnótica, climática.
Se enciende la luz general, de un color violáceo- rojizo claro.
Ariel, personaje protagónico de esta obra, se presenta de frente al
público sobre el extremo derecho, en la parte de atrás del escenario. Está vestido con calzas rojas y remera blanca. Su rostro está maquillado a modo de máscara, con base plateada y color negro que dibuja líneas curvas que se esfuman hacia arriba, resaltando los ojos.
De pie, trata de articular un leit motiv de movimientos que se construye y descompone, para volver al definirse; si embargo regresa la desarticulación que el personaje no puede controlar con su voluntad. A raíz de esto, abandona la tentativa y se dirige al centro de la escena, siempre al fondo, donde divide simbólicamente con su brazo derecho el escenario en dos mitades. En ese momento se interrumpe la proyección.
El desarrollo dramático entra a partir de ahora en una atmósfera intimista de carácter surrealista, donde el personaje expresa su viaje introspectivo, casi onírico, a partir del lenguaje corporal y la palabra hablada, manifestando su dialéctica dual y generando una propuesta resolutiva para superar su propio conflicto.
Luego de esta breve introducción, transcurren dos líneas:
La primera de ellas es sin música. Ariel representa alternativamente su escisión. Según se ubique en la mitad derecha del escenario o en la izquierda será el mismo o su propia Vida, respectivamente. Cambiando la energía y el tono muscular, sumando las posturas características de cada mitad y la utilización de la voz respectiva, dialoga consigo mismo, utilizando una adaptación de un fragmento del capítulo “El Segundo Canto de la Danza”, del libro “Así Habló Zarathustra”, de Friedrich Nietzsche.
Ariel, en la derecha, desde el eje postural neutro gira violentamente hasta mirar a su izquierda, y con movimientos ágiles por nivel bajo cruza al otro lado del escenario, donde adopta otra actitud al representar a su propia Vida. Ésta, dando la espalda hacia la derecha y en actitud femenina pronuncia un texto refiriéndose a Ariel, como si este siguiera todavía en la zona derecha del escenario. Al finalizar, vuelve su cuerpo y regresa, siempre nivel bajo, al otro lado del escenario.
Surge así un conflicto dialéctico, donde su Vida reclama su fidelidad y Ariel busca por otro lado conquistarla violentamente, repitiendo el pasaje cada vez. La tensión crece hasta que ella le sugiere un misterio a develar. En ese momento, la pantalla proyecta el símbolo del infinito, inmóvil al principio y comenzando a vibrar a medida que pasa el tiempo. Él le susurra algo al oído que ella pensaba que nadie conocía. El símbolo desaparece, y ahora se ven manchas rojas sobre el fondo amarillo original, con la misma música anterior. Esta dualidad se resuelve a partir de esto, referenciando un tercer miembro, la Sabiduría, que todavía no aparece en escena.
Resuelto el conflicto, comienza el tema musical de Diego Frenkel “A Través de tu Mirada”, interpretado por La Portuaria. Ariel, unificado ya con su propia Vida, danza el estímulo musical, describiendo con sus movimientos toda una simbología espacial, desde la posición original hacia el centro y retornando, para dibujar en su trayectoria el símbolo del infinito, antes de cruzar con un paso cruzado y movimiento de cadera hacia la izquierda del escenario. Manifiesta a través del lenguaje corporal la esencia mixta del personaje. Cuando pasa de un hemisferio al otro del escenario adapta una secuencia que se repite según los matices de cada mitad.
Sobre el final de su danza, entre en diagonal un personaje femenino, quien representa a la Sabiduría, de vestido largo blanco, pelo suelto y con una máscara entre sus manos. Cuando ella sale a escena, la pantalla se apaga. Se acomoda de rodillas frente al público, más cercana a éste que Ariel. Él avanza bailando hasta delante de ella, arrodillándose también y cubriéndola con su cuerpo. La Sabiduría, por detrás, eleva la máscara y la coloca sobre el rostro del protagonista justo cuando la música culmina. En ese momento, las luces generales se apagan, quedando solo una frontal hacia ellos, simultáneamente con la proyección de un fondo similar al inicial, pero de color rojo, con la misma música.
Se apaga la iluminación sobre los personajes, quedando solamente el efecto multimedia durante unos segundos, para luego apagarse.
FIN.
IDEA, COREOGRAFÍA E INTERPRETACIÓN:
Roberto Ariel Tamburrini.
TEXTOS UTILIZADOS:
Adaptación personal de un fragmento del capítulo “El Segundo Canto de la Danza”, perteneciente al texto de Friedrich Nietzsche “Así Habló Zarathustra”.
MÚSICA:
“A través de Tus Ojos”(Diego Frenkel).
Interpretación: La Portuaria.
TEMA:
La escisión presente en todo ser humano generada a
través de su naturaleza dual. La dialéctica polar, su
tránsito empírico y teórico y su posterior resolución simbólica. El Hombre y la conquista del misterio la Vida. La Danza como máxima manifestación de su Esencia.
INVESTIGACIÓN:
El texto escogido como temática fue producto de una búsqueda amplia en donde me propuse encontrar una metáfora clara para transmitir al público mi idea acerca del sentido de “ser humano”. La tarea resultó difícil porque no solo la temática desarrollada debía representar un ideal que se identificara con mi pensamiento, sino que además busqué que cumpliera con las condiciones aptas para expresarlo a través del lenguaje de movimiento, sin que éste pierda su autonomía al interaccionar con la palabra hablada, el silencio y la música.
Con respecto a esta última, el tema escogido se dio prácticamente por azar, pues al escucharlo a través de una emisora de radio por primera vez, me sorprendió el profundo
vínculo poético con el tema abordado.
Para la puesta, como lo indica su título “Donde Duerme el
Tiempo…”, me decidí por una atmósfera intimista,
surrealista, buscando un rol activo-perceptivo del
espectador, a la vez de que subjetivo a la hora de su
ibre interpretación. Para esto, encaucé la lectura del texto “El
Teatro y su Doble”, de Antonin Artaud”, donde se enuncia su manifiesto para la puesta surrealista de lo que el define “El Teatro de la Crueldad”. Otra obra literaria importante resultó “Hacia un Teatro Doble” de Grotowski, dada la sencillez escenográfica que decidí como marco de la actuación.
Desde mi especialización, Expresión Corporal, utilicé las
técnicas compositivas desde la denominada Sensopercepción,
garantizándome con esto apostar tanto a las emociones como al intelecto del público.
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