Autor: Roberto Ariel Tamburrini

Arte y Cultura han estado íntimamente relacionados a través de la historia y, teniendo en cuenta nuestra postura hacia una concepción holística del Ser Humano, no podemos separar a su vez ambos de la Vida, ni a esta del contexto en la que se desarrolla.
Etimológicamente la palabra Cultura proviene de Cultus que significa el cultivo de la tierra. Para Ricardo Santillán Guemes esto tiene varias implicancias: “la transformación de la naturaleza a partir del trabajo y los cuidados pertinentes, las relaciones comunitarias, los rituales a los dioses y las fiestas de principio y fin de cosecha”.[1] De esto podemos deducir dos aspectos íntimamente vinculados: por un lado hablamos de un espacio definido dentro del mundo y por el otro de la acción comunitaria de habitarlo.
Vemos que la acepción pura del término es clara y está en oposición con las ideas elitistas e imperativas con las que se suele asociar las manifestaciones culturales hoy en día. Pero fundamentalmente nos interesa rescatar su vínculo con la vida cotidiana. Esa acción transformadora es parte de la vida de todos los días y de todos los miembros de la comunidad que, aunque condicionados por el contexto, tienen la posibilidad dialéctica de influir sobre el mismo.
Reflexionando ahora acerca de Arte, vemos claramente que no está escindido de esta idea de Cultura. Los rituales con sus características primordiales (la agrupación de distintas manifestaciones artísticas y la utilización de fuerte contenido simbólico) por un lado, y las fiestas vinculadas a los ciclos en tanto acontecimientos donde la población participa y se auto-convoca por el otro, son prueba de ello. Con respecto a su relación con la naturaleza, podemos leer a Vassily Kandinsky “El arte está en un nivel superior al de la naturaleza. Los principios nuevos…se encuentran en una relación causal con el pasado y con el futuro. Lo que hoy importa más es saber donde encontrar esos principios…”.[2]
Creemos que estos principios se hallan en el propio ser humano y que, para convertirse en artista, debe tener acceso a una educación idónea y debe enriquecerse con relaciones sociales aptas, a través de las cuales indague en su interior. Así podrá luego combinar los recursos innatos concientizados y valorizados junto a la disposición inmediata de los adquiridos y de esta manera expresarse y comunicarse a través de la obra de arte. Considerando su contexto contemporáneo, dicha obra de arte pasa por un momento donde se ha generado una situación inédita según lo afirmado por Humberto Eco, “una situación abierta y en movimiento”[3]. Esto implica serios desafíos y una problemática compleja, pero abre las puertas a toda una amplia gama de posibilidades artísticas, tanto para el autor, los intérpretes y el público.
Sin olvidar la máxima de Augusto Rodin “¡Ser Hombre antes de ser artista!”. [4] , es tiempo de plantearnos compromiso como Hombres con el Arte y la Cultura para justificar las palabras de Antonin Artaud: “Protesta contra la idea de una cultura separada de la vida,… como si la cultura no fuera un medio refinado de comprender y ejercer la vida”.[5]
Dijimos anteriormente que el Arte y la Cultura , íntimamente relacionados entre sí, están fundados dentro de un espacio definido, un contexto histórico y relaciones sociales características de la comunidad a la que pertenecen. Dado que se vinculan con la cotidianeidad y el Hombre es partícipe central del desarrollo de ambos, encontramos que esto se condice con los tres vínculos de la adquisición de sentimiento de identidad que propone Lola Brickman.: de integración espacial (diferentes partes del sí mismo), de integración temporal (diferentes representaciones temporales) y de integración social (proyección e introyección).
Sabemos que, lejos de ideas conservadoras, tanto las manifestaciones artísticas como las culturales se encuentran en procesos dinámicos en constante devenir. Así, según palabras de la autora podemos ver el mecanismo de la identidad: “La capacidad de seguir sintiéndose a sí mismo en la sucesión de cambios forma la base de la experiencia emocional de la identidad”.[6]
Debe existir, según Ricardo Santillán Güemes, una responsabilidad cultural dentro del ámbito político que debe manifestarse en las estrategias educativas. Es importante respetar la libre expresión de identidades, fomentando la participación social, la memoria histórica y la creatividad, sin escindirlas de la vida cotidiana, respetando el pluralismo y la diversidad, para promover lo que el autor llama la identidad cultural.[7]
El individuo con identidad es en ser humano con capacidad para relacionarse con sus pares desde su integridad pero que a la vez que mantiene características propias que lo distinguen. Ante el bombardeo de estímulos externos con la consecuente crisis de valores, creemos necesario el reencuentro con su cuerpo con todos sus matices y componentes, tanto cognitivos como emocionales, para encontrar un lenguaje corporal que afiance su personalidad, adaptándose a los constantes cambios.
En nuestro caso específico de la Danza en Argentina debemos sumergirnos en nuestra esencia para definir nuestra identidad en el arte del movimiento. Creemos que los parámetros culturales europeos y americanos, sin desmerecerlos, no van a ayudarnos, como tampoco la aventura con el folklore o el tango. Solo reconociéndonos, sumergiéndonos en nuestro interior pero también teniendo la capacidad de objetivación crítica, nos encontraremos con la posibilidad de aportar al mundo producciones que nos representen.


[1] Santillán Güemes, Ricardo. El Campo de la Cultura. 1997-1998. Documento para las Jornadas de Capacitación en Gestión Cultural de la I.N.A.P. Buenos Aires, Argentina
[2] Kandinsky, Vassily. Sobre lo Espiritual en el Arte. 2003. Ediciones Libertador. Buenos Aires, Argentina
[3] Eco, Humberto. 1992. Obra Abierta. Editorial Planeta. Buenos Aires, Argentina
[4] Rodin, Augusto. 1997. Mi Testamento. Editorial Gonocourt. Buenos Aires. Argentina.
[5] Artaud, Antonin. 2002. El Teatro y su Doble. Retórica Ediciones. Buenos Aires, Argentina.
[6] Brickman, Lola. 2001. Identidad y movimiento. Revista de Musicoterapia. Buenos Aires, Argentina.
[7] Santillán Güemes, Ricardo. El Campo de la Cultura. 1997-1998. Documento para las Jornadas de Capacitación en Gestión Cultural de la I.N.A.P. Buenos Aires, Argentina

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