PROPIOCEPCIÓN

La propiocepción es la sensación del propio cuerpo, informa tanto de la situación espacial de las distintas partes de éste como del estado de los tejidos y órganos internos. Todavía no se puede redactar una definición clara y determinar las fronteras que delimitan la propiocepción y la separan de otros tipos de percepción, lo único constatado a día de hoy es que todo el sistema perceptivo trabaja en conjunto.

El sistema propioceptivo se desarrolla desde el nacimiento y es necesario, entre otras funciones, para todas las acciones motoras, ya que a través de esta sensación es posible saber si el cuerpo está en movimiento o no. En un principio no existe reconocimiento del propio cuerpo, pero poco a poco se establece un esquema corporal en el cerebro por medio del aprendizaje de dónde está y cómo se mueve cada parte, en base a la información que recibe a través de la propiocepción. Así es como, por ejemplo, se comienza a gatear y más adelante a andar, entre otros movimientos. El cuerpo va creando unos patrones de tal forma que cuanto más repite un ejercicio o un movimiento, más facilidad tiene para hacerlo. Es como si el cerebro grabara los movimientos que el cuerpo practica, para después volverlos a reproducir la próxima vez que los realiza.
He aquí la importancia de este sentido, la memoria corporal habilita, por ejemplo, la acción de andar. Si no existiera esta capacidad, el ser humano debería focalizar toda su atención en caminar analizando a cada paso todos y cada uno de los pequeños movimientos y cambios de peso que ello requiere. Es decir, no sería posible.

La propiocepción (en realidad todas las percepciones) no corresponde únicamente a la dimensión física del ser humano, sino que incumbe además a aspectos psicológicos como la formación del ser y de la identidad. Toda nuestra persona responde al hecho de que somos cuerpos.


INVESTIGACIÓN TEÓRICA

La consideración de cuerpo y mente como unidad ha sido objeto de reflexión filosófica a lo largo de la historia, pero gracias a los avances técnicos, tecnológicos y cognitivos actuales ha habido un resurgir de esta temática en varios campos de estudio. Neurólogos, filósofos y psicólogos están haciendo investigaciones en nuestros días para conocer más acerca del funcionamiento del sistema propioceptivo refutando el dualismo cartesiano, que separa mente y cuerpo, y en aras de considerar el cerebro como perteneciente al cuerpo.

Merleau-Ponty, filósofo fenomenológico, sostenía en los años 50 que el cuerpo es algo más que un objeto a ser estudiado por la ciencia, es ante todo una condición permanente de la existencia, a través del cual nos llega información sobre el mundo. Como dice Antonio Damasio “el organismo constituido por la asociación cerebro-cuerpo interactúa con el ambiente como un todo, al no ser la interacción sólo del cuerpo o sólo del
cerebro”1.

Efectivamente, nuestra existencia tiene dos niveles de experiencia, uno mental y otro corpóreo, pero en ningún caso se viven por separado, sino que coexisten en el tiempo. Cada acción, cada sensación, cada pensamiento, cada actividad que el ser humano puede realizar se efectúa a ambos niveles en el mismo momento, a pesar de que pueda haber un grado de conciencia diferente de uno u otro.

La propiocepción es el mecanismo de unión entre la mente y el cuerpo. Según James Gibson, es una función general, más que un sentido especial, y es normalmente un componente de todo el sistema perceptivo, cuya función es la exploración del entorno. Es un “mecanismo de auto-sensibilidad”2. “La consciencia del entorno perdurable y cambiante (percepción) es simultánea con el yo perdurable y cambiante (propiocepción en mi uso más extenso de éste término). Esto incluye el cuerpo y sus partes y todas sus actividades desde la locomoción al pensamiento, sin ninguna distinción entre las actividades llamadas ‘mentales’ y aquellas llamadas ‘físicas’. Uno mismo y su propio cuerpo existen junto con el entorno, son copercibidos”3.
Brian O’Sha