Luis Ortigoza - Marcela Goicochea Foto: Juan Millán ______________ Crítica de Ballet Por Charles Benner 21 / 12 / 2009 __________________________ Si bien es cierto, que el estreno del ballet “Cascanueces” el 18 de Diciembre de 1892 en el Teatro Marinsky de San Petersburgo, no constituyó el éxito esperado por el compositor Piotr Ilich Tchaikowsky a la puesta en escena realizada por el coreógrafo Marius Petipa (se ha discutido sobre la autoría coreográfica, algunos historiadores la atribuyen a Lev Ivanov), el músico jamás imaginó, que décadas posteriores su obra musical trascendería universalmente. A partir de una renovada versión coreográfica de George Balanchine con el New York City Ballet en 1954; el mismo título se convirtió en el caballito de batalla de toda compañía de ballet, siendo a la fecha, recreada por muchísimos coreógrafos. Por estos días el “Cascanueces”, concluye la Temporada Artística 2009 del Ballet de Santiago dirigido por la experimentada artista Marcia Haydée. La puesta en escena del referido título en el Teatro Municipal de nuestra capital, cuenta con la firma del connotado y laureado coreógrafo nacional Jaime Pinto en un montaje lleno magia, belleza, entretención y exigencia artístico-técnica para el tradicional cuento de Hoffmann. Jaime Pinto nos ofrece una mirada bastante particular, osada y diferente; distinta a la acostumbrada… pero no por ello, menos interesante. Una puesta en escena encantadora que acapara la atención del balletómano, el neófito y la familia en general. En la presente versión el autor coreográfico imprime una mayor participación danzada al personaje Drosselmeyer, el señor de los sueños navideños (Luis Ortigoza), transformando al misterioso tío de la familia Stahlbaum en el hilo conductor de todo el ballet. Luis Ortigoza, una vez mas hace gala de su excelente técnica y un muy buen rol trabajado en lo interpretativo, compuesto prácticamente a su medida. Drosselmeyer, el lejano pariente llega una vez más para compartir las navidades junto a los padres, primos, tíos y abuelos de los hermanos Clara y Fritz.; pero en esta oportunidad, se hace acompañar de un séquito de elfos(excelentes en su danza), los cuales vienen cargados de baile, sorpresas y regalos para conducir a Clara y Fritz por el Reino de las Nieves, el Reino de los Confites y el Reino de las Flores. Clara y Fritz, en la vida real Romina Flores y Luciano Crestto; alumnos de la Escuela de Ballet del Teatro Municipal de Santiago, cumplen dignamente una exigente y lucida participación en lo estrictamente danzado. Adolescentes talentosos con claridad y limpieza en las evoluciones delegadas por el coreógrafo. El Cascanueces, regalo del tío Drosselmeyer para Clarita, toma forma en el bailarín José Manuel Ghiso, artista el cual compone un buen personaje y claridad en su danza. Una abuela pasada de copas (Bárbara Painecura), arrebata la carcajada espontánea del espectador con su danza llena de traspiés junto a Pablo Aharonian, el abuelo. La tradicional “Marcha de los niños” integra una cantidad importante de infantes en escena y aportan una danza lúdica y fresca; donde algunos de los peques, aquellos que hicieran abandono reciente de los pañales, en un acto heroico y sin tapujos cuan consumados bailarines, nos brindan su alegre baile al compás del 4/4... a veces a tempo, otras veces desfasados... pero no sin una armónica y graciosa desigualdad. Buen desempeño nos entrega la Colombina y su composición (Montserrat López) al igual que el Arlequín (Carlos Inostroza). El bailarín Esdras Hernández, da muestras de seguridad y limpieza técnica en la danza de el Moro. Los bandos opuestos integrados por el Rey de los ratones, ratones y soldados (alumnos de la Escuela de Ballet), salen airosos cumpliendo un muy buen papel. Los roedores especialmente histriónicos, son motivo de gran hilaridad para el público; los soldados lucen con aplomo y prestancia en el desarrollo del fraseo asignado. Clara, deja fuera de combate al soberano roedor propinándole un buen zapatillazo en la cabeza. Acto seguido, Clara y Fritz son llevados por Drosselmeyer al Reino de la Nieve donde la reina (Marcela Goicochea) llega acompañada de sus caballeros (Patricio Melo, Gabriel Bucher, Gabriel Martínez y Nicolás Caudullo); seguido de ello, la reina se entrega a un hermoso y angélico Pas que comparte junto a Drosselmeyer, Cascanueces y sus caballeros. Marcela Goicochea, bailarina de profundo lirismo, bella en sus formas y compacta en lo técnico; conmueve en la escena por su aspecto mágico, irreal y sobrenatural en brazos de sus partenaires. Jaime Pinto compone un diseño de piso en concepto asimétrico, que hace interesante las evoluciones y fraseos danzados del Pas. Por otra parte, en una apuesta diferente y fuera de lo tradicional; el coreógrafo incorpora a 16 varones en el “Vals de los copos”, dejando fuera las huestes femeninas ¡¡Atrevido y Audaz!! La escena se ve inundada por una fuerza arrebatadora y una energía primitiva para esta inusual granizada. “Una suspensión extrema de la anatomía” y blando aterrizaje por parte del contingente masculino, otorgará un mejor efecto visual a la salvaje y novedosa apuesta. Es así como llegamos al acto segundo de la mano del todopoderoso Drosselmeyer, Clara y Fritz son presentados a la Reina Rosa (Maite Ramírez) y sus caballeros en el Reino de las Flores. Maite Ramírez, de espléndida línea y limpia en su técnica, se entrega a un “Vals de las Flores” exquisitamente bien danzado; aunque un poco ligera de ropas, más bien parecía estar afectada por una sequía. Las flores del cuerpo de baile femenino, responden disciplinádamente a las exigencias coreográficas; debiendo ajustar ciertos acentos correspondientes al ictus o al alzar cuando corresponda. Las danzas características se ven lucidas y de buen efecto en la estructura coreográfica. Agustín Cañulef, Carolina Jiménez y Loreto Reategui destreza y brillo imprimen al brillante 3/4 de aire español; Dolores Salazar y Gabriel Bucher, lineales y bien afiatados en su interpretación de la danza árabe; Esdras Hernández, ágil, dinámico, limpieza y brillo en la batería para la danza china; Guillermo González, Carlos Inostroza, Francisco Tapia y Mauricio Vera, lucen soberbios en el Trepak y sus saltos; solo que al “molto vivace” (velocidad real de la danza), no llegan a tempo para ejecutar con nitidez la veriovochke. Nicolás Caudullo y Germán Esquivel junto a Cecilia Arrúa, Miranda Bodenhofer, Cecilia Lucero y Nina Zaera ofrecen la danza de los mirlitones; un tanto desincronizada en el contingente femenino, pero bien bailado técnicamente. Nicolás Caudullo y Germán Esquivel, de líneas largas y esbeltas, se constituyen en efectivos partenaires. La bombonera, arlequines y pierrots a cargo de los alumnos de la Escuela de Ballet, cumplen ajustadamente esta danza en el Reino de los Confites. Entramos de lleno al Andante Maestoso del Gran Pas de Deux, que en esta versión se transforma en un Pas de Trois bailado por la Reina de los Confites (Natalia Berríos), Cascanueces y Drosselmeyer. Natalia Berríos precisa para el rol, fina y delicada es continuamente derivada de un partenaire a otro en atractivas evoluciones aéreas. Su depurada técnica, hermosa linea y elegante personalidad escénica captan la atención. El gran Vals Final y apoteosis reúne a todo el elenco en una alegre fiesta danzada; dejando paso a Drosselmeyer, quien guarda su Cascanueces en la misteriosa caja hasta la próxima navidad. La escenografía propuesta por Pablo Nuñez es acertada brindando el marco adecuado para la obra. En cuanto al vestuario, se ven aciertos y complementa el colorido con la escenografía. Ciertos personajes, un poco escasos de telas. El diseño de luces de José Luis Fiorruccio, crea atmósfera y es especialmente atractiva en la escena de las Reina de la Nieve y su Pas, como también en el vals de los copos. La Orquesta Filarmónica de Santiago bajo la conducción de José Luis Domínguez, obtiene un excelente desempeño, suena afiatadísima, con cuerpo y tempo acorde a la danza. Conclusiones: Jaime Pinto, rompe con lo estructurado, realiza innovaciones y se permite licencias. Afortunadamente acierta, tiene claridad en la narrativa y lenguaje definido en su exposición coreográfica. Es un creador que posee facilidad para hacer humor; algo bastante difícil en el género danzado.

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