Reflexión sobre los Diálogos con la Danza


La creación coreográfica es una forma de expresar ideas, sentimientos, emociones y sensaciones al “otro” espectador. Al mismo tiempo plantea un desafío al coreógrafo en el intento de llegar a ese otro y lograr que éste sea partícipe de la coreografía y de las sensaciones que esta proyecta a través de sus intérpretes, de sus elementos, de su música, de sus espacios y de sus silencios. Este desafío es el que nos lleva a reflexionar sobre la manera en la que se pueden relacionar las ideas y los conceptos con la expresión del cuerpo, es decir con el leguaje del movimiento. Podríamos decir que es como traducir una idea al lenguaje de la danza que, lejos de la palabra, puede explorar otras formas de decir y expresar las ideas, sensaciones y emociones que forman parte del proceso de su creación.
Todos estamos inmersos en un mundo lleno de estímulos sensoriales que exacerban nuestros sentidos hasta el punto de hacernos insensibles a pequeñas y simples cosas que nos rodean. Por otra parte todos como sujetos colectivos tenemos una historia y una forma de vivirla que nos posicionan frente al mundo. Y finalmente como bailarines tenemos un lenguaje corporal desarrollado bajo diferentes técnicas que nos proporcionan múltiples formas de expresarnos. Sin embargo, cabe aclarar que al margen de obtener una técnica impecable, en este tiempo es importante lograr una reflexión sobre la práctica de la danza, de sus espacios, de su público y de lo que con ella queremos expresar y decir a la comunidad que nos rodea. Por lo tanto, el pensar la danza y reflexionar la danza parte de esta historia y de esta particularidad de cada uno y desde luego de la reflexión que juntos podamos hacer sobre su práctica.
Esta reflexión, en ocasiones, puede dejar de lado la búsqueda de una estética y una limpieza técnica, no obstante considero que ambas son herramientas imprescindibles en una creación y el desafío del coreógrafo es poder combinarlas y dar la importancia y el lugar que ambas merecen.
Dentro de este proceso tan extenso de creación coreográfica se interrelacionan diversos elementos, subjetividades y visiones diferentes que enriquecen una propuesta. La historia de cada uno, en este caso del coreógrafo sus vivencias y su relación con el entorno despiertan en la tarea de creación diversas interrogantes sobre lo cotidiano, reflexiones desde los más simple hasta lo más complejo y existencial que serán material para plasmar en movimiento. Muchas veces en esta diversidad surge la dificultad de lograr mostrar en movimiento lo que se pretende expresar. A veces caemos en un abstracto que, por ser tan abstracto, puede responder a todo y al mismo tiempo no decir nada, otras veces podemos caer en una mímica que limita la profundidad del mensaje; es por esto la importancia de llegar a esta reflexión sobre la práctica de la danza y sobre la danza como lenguaje.
La reflexión dentro del proceso creativo en si, abre un espacio de intercambio entre el coreógrafo y los intérpretes ya que partiendo de una idea se va tejiendo y proponiendo diversos caminos para su construcción final. Es decir, que a partir de proponer una situación, una idea o una emoción es que se comienza a trabajar en la creación de frases con el cuerpo que van construyendo poco a poco la forma del mensaje final. El fondo de esta forma se enriquece con la subjetividad de cada uno ya que a partir de ésta se podrá transmitir las sensaciones haciendo que el otro reciba este mensaje y al mismo tiempo sea parte de ese juego de sensaciones y emociones.
El movimiento en si mismo se constituye en una forma de expresión y, porque no, en una coreografía. Entonces, esta coreografía, tal vez sin tener la meta de transmitir una idea específica, puede transmitir emociones o sensaciones que despiertan la percepción y sensibilidad del espectador develando de esta manera la riqueza que por si solo puede llegar a tener el lenguaje del movimiento. Sin embargo, junto a este suelen jugar elementos como la música, las luces, los espacios, los vestuarios y otros recursos que pueden enriquecer una propuesta coreográfica. Gracias a todos estos recursos y sobre todo a la conjunción de los intérpretes con la obra en si es que una propuesta coreográfica puede lograr transportarnos por caminos diferentes y cambiarnos de animo y hacernos vivir sensaciones increíbles y mágicas.
Por otra parte, si nos ponemos a mirar del otro lado -el de los bailarines- es importante lograr ese punto en que interpretar una coreografía se convierte en una explosión de emociones donde el espacio es parte de uno y se siente el aire entre los dedos y rozando el cuerpo. Al mismo tiempo lograr esa conexión con el otro es parte de esa magia que se traduce en el transmitir esa energía y esas sensaciones mas allá de su propia piel hasta envolver al espectador. En ese punto es cuando se enlazan los actores y se logra el dialogo con la danza que va más allá de las palabras y une en una sola sensación a los espectadores, bailarines y coreógrafo. Hablamos entonces de tres actores que confluyen en un mismo escenario: los bailarines, el coreógrafo y el espectador.
Es así que este espacio que se abre ahora a través de los Diálogos con la Danza es una oportunidad de explorar y conocer otras experiencias sobre este proceso que puede ser tan diverso e inagotable. Es una oportunidad de intercambiar ideas y sensaciones que ayuden a superar las dificultades de traducir nuestras propuestas en movimientos, de conocer como cada uno ha vivido y a trabajado las sensaciones en sus trabajos y como poder leerlos sin perderse en lo abstracto. Al mismo tiempo considero que será un espacio de constante aprendizaje e intercambio que sin duda aportara en la enseñanza y en los procesos creativos que surgen alrededor de una propuesta coreográfica.