afrenta , por el suelo ruedas, lloras, te desesperas, y sigues en la teima por hacer de él el amor soñado.

Tu madre te aconseja lo abandones, tu padre desiste de decirte algo, sólo mira.
Has vendido todo tu vestuario , ahora , en la inopia integral , te encaminas a los hogares visitados, y ves con gran pesar que no eres bien recibida, y ya nada te dan , ni siquiera un sorbo de agua ,que de dártela, la rechazarías, y ahí , es cuándo se te cae el velo que pende de tus ojos, ya que les ruegas te hagan compañía a las amigas que aún permanecen solteras, y éstas te rechazan , ni te saludan si por la calle te topan, y tú, que ahora, ardientemente deseas una mano cálida, que te aparte con arrojo del hogar, del hoyo en que te ves sumida, y tu voluntad manida en nada te ayuda, al envés, de tu hoyo, hacen una sima.
Desnortada, te diriges al hogar de un casi anciano matrimonio, que desde niña te conocen y cómo si fueses hija te quieren , te acogen con ternura, te preparan la comida que a ti se te antoja, excepto la bebida, que te dan agua, y tú te enojas, les recriminas tal hecho, les exiges tu buen vino, ellos te responden en su fiel cariño que de ellos no tendrás esa bebida, que te alimentes bien y te armes de valor para salir de tu impía sima , que desistas del empeño de ver flores, donde sólo hay espinas, que mires otros horizontes, que quizás, en uno de ellos halles el amor de tu vida.
Decepcionada , dejas de acudir al hogar del matrimonio anciano, y ya te das cuenta que no tienes a dónde acudir, te miras al espejo, y te ves con cuarenta años de edad cómo si fueses una anciana de noventa años, no te reconoces, lloras por verte desaliñada, avejentada y fea, delgada cómo una momia, te resignas y sigues sintiendo cómo el hambre te va consumiendo, todo por no acudir a tu madre pedirle alimentos , para no hacerla sufrir, sin llegar tú a entender, que por ti sufre lo increíble y asiste pasiva a tu detrimento, a tu falta de autoestima, falta de valentía para salir por ti misma de la sima , y caminar presta por caminos que den aliciente a tu vida, aunque para ello, te veas llagada en las espinas de la vida.
Hasta que un buen día , si, buen día , que tu marido, conociendo a otra mujer, te abandona para irse a vivir con ella , y tú desconsoladamente lloras tal decisión y decides salir cada día en busca de él , y lo hallas, hallas a los dos, y sientes en tu piel y tus entrañas cómo te hieren las carcajadas sobre tu fealdad, tu cuerpo bambeante, tu mustia mirada, y callas , sólo escuchas y sigues a diario la estela de él, sólo para saber si se halla bien saludable y limpio en su vestuario, hasta que el cansancio se apodera de ti, y el desánimo en puridad se le coliga.
Ahí Xela, decides acudir a los brazos de tu madre, que anhelaba tal momento para su dulce amor ella darte, pena que en aquellos momentos , se hallaba sufriendo un cáncer en su fase terminal , y su vida, su refugio, muy poco te duró. Se murió llevándose consigo, la suma pena de dejarte baldía del amor que veramente tú querías, y que por tu nobleza lo merecías, y que asemejaba que huidizo de ti se quería.
Velaste el cuerpo de tu amada madre, sintiendo que tus entrañas se volvían jirones y al cielo dirigías tus maldiciones, no eras tú, era tu corazón en la desolación que no aceptaba del cielo imposiciones, y tal vez por ello , incapaz fuiste de estar presente en la Eucaristía y en el entierro, desde la ventana miraste el cortejo fúnebre, y tus lamentos con ella se fueron, en tanto tu ser adoptaba desde ese momento no tomar alimento alguno, de esa manera viniera pronto tu adviento al Edén, y así vivir en la estadía que habías ofendido, y que realmente creías que en ella vivía, vive, Dios Divino.
Tu padre, ya hombre viudo, malpocado por la marcha de su esposa, arisco contigo, te exige , que del dinero que tú percibes mensualmente del Estado, por tu estadía paupérrima, le pases casi la totalidad para alimentos y alojamiento. Tú asientes y accedes, y te reafirmas en no manducar nada, ni siquiera beber, nada quieres, excepto irte de esta vida que te viene siendo de infierno y a veces llegas a la puerta del Más Allá, y estando a punto de adentrarte, te despiertas en la tierra y sigues en la temosía, ya que al volver del hospital , al hogar paterno, hogar dogmático, vuelves de nuevo a negarte a tomar alimentos, y tú alicaído feble cuerpo, desmayado , cae de bruces en el suelo, otras ,sufres delirios ,y en ése trance gritas a todo pulmón , el nombre de tu marido, ruegas acuda a tú lado.
Así , Xela , transcurren unas temporadas, hasta que al fin , oyes lo que tanto ansías , tu marido ha sido abandonado por la mujer con la que convivía. Ahí, comienza una nueva era para ti, no menos artera que la anterior, decides en alimentar tu famélico cuerpo, como también le dices a tu padre, que si tu marido timbra a la puerta, que no le abra, que tú no deseas verle. Así tal y cómo tú lo intuyes , así acontece.
Sabido él, de tu paga mensual, se devece porque le abran la puerta, hablar contigo, acceder a tu corazón ; tú , que oyes el sonido del timbre, y sabes que es de él , lloras, lloras por que queriendo no puedes convivir con él , el miedo te puede, y esperas a verlo desistir de su empeño, en su caminar lento y cabizbajo , en tanto tú , lo miras detrás de la ventana, amparada por las relindas cortinas, y lloras , lloras amargamente, al ver como su imagen se aleja de tu visión.
Y permaneces mirando para la gente que pasea, unos en su lento caminar, y otros a toda prisa, y tú esperando a que tu padre te lleve al asiento , pues , ya no puedes tú mover los pies, eres una mujer inválida, que necesitas de unos pañales, tu cuerpo no obedece órdenes del cerebro, es por éso que llevas pañales cual bebé , necesitas te preparen la comida, que te vistan, calcen, te peinen, ahora Xela , aquí es cuándo tú deseas volver a la vida, y tu resignación de gran valía, se vuelve efervescencia , eso si, silente, excepto para tu confidente, que desea ayudarte , y se ve de lo más impotente por las sebes de tu gente, que ahora les viene a las mil maravillas el tenerte, pues tu paga del Estado se ha incrementado, con el añadido de que el que de ti cuida , le pagan una considerable cantidad mensual, y total ,para lo que contigo se esmeran, que cómo tú dices, ¡ni me llevan de paseo, ni a reuniones, nada! Me dejan aquí delante del televisor y al lado del teléfono, que yo puedo descolgar, pero no marcar números para hablar con quine yo desee ¡no soy nada!, o si, soy ná ,de la nada, y mi existir se reduce a estar en sus manos, para cuándo consideren que lo necesito, no cuándo yo lo necesito realmente, pero mira , si mi madrecita viviese, yo no estaría en estas lamentables condiciones, ella removería tierra y aire , para que yo me viese bien, ¡ahora, resignación, callar, esperar que Dios se recuerde de mi ,y me lleve al lado de mi madre!.
Y a todo esto, que nadie te diga de divorciarte, si lo hace, verá tu gran carácter, y yo pienso, creo que sin equivocarme, que al verte tu tan manida, y a él robusto ,intuyes serás la primera de los dos en irte a la ignota estadía en tu amor vero, imperecedero, siendo él cómo lo ha sido, un haragán, tu deseo será (digo yo) dejarlo en viudo gorecido, porque a pesar de los pesares ,él vive y vivirá , en el meollo de tu corazón, en amor florido, cómo en su día fue concebido.
Inmensa amargura genera, que esas manos, que un día tu cuerpo, dulcemente amaron, lo llevaron hasta el séptimo cielo, fuesen luego un infierno, la causa por la que tus derroteros te llevaron hasta impía sima, exornada de densas sevicias, cuyas secuelas, hicieron de ti una inválida.
Dios te bendiga Xela, te siga dando gran voluntad para afrontar todo lo averno que te espera , y que éste compendio de tu infausta existencia, desde que contraiste matrimonio , por lo civil y por la iglesia, sirva para que tanto hombres como mujeres ( hombres hay en nuestra sociedad que son inexorablemente ultrajados por su esposa , que se ensaña cruelmente en hacerle la estadía de lo más infernal, llevándolo hasta la desesperación, incluso a perder el placer de vivir , y por vergüenza se lo callan) cambien a ser más comprensibles, allanando el camino uno al otro, apartándose de esa fiera que todo ser llevamos dentro , o al menos aprender a domarla para no hacer daño a los demás , así de ése modo la humanidad, triture toda apariencia, ironías, por la verdadera, siendo ya tú Xela, la última mujer que sufre lo indecible , por adueñarse de tu corazón un amor portentoso, amor ciego, que no atendió ni atiende a razones, un amor verdadero, aldrajado por el de él , del modo más artero ¡ojalá así sea!, que la cordura impere en todos los rincones del mundo. Yo , abogo por ése futuro.
Obra al óleo .Ana Arias Saavedra

Ana Arias Saavedra

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Comentario por Ana Arias Saavedra el | em marzo 18, 2011 a las | às 11:49am
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